martes, 30 de noviembre de 2010

Lamartine-El picapedrero de Saint Point-Fragmentos varios (B).

XIII

Graciano no podía prescindir de ella, ni ella de Graciano. Cuando ella salía por la mañana, apenas vestida, para ordeñar las ovejas y las cabras, Graciano la seguía y se sentaba, cara al sol, en el banco de piedra que yo había tallado, por diversión los domingos, en un bloque de roca gris, junto a la puerta.

Graciano, le decía: "Dionisia, ¿qué se ve en el cielo y en el valle? ¿Hay niebla sobre los prados de Bourg-Villain? ¿Las ventanas del castillo de Saint Point están cerradas sobre el gran balcón?" O bien: "¿Se ve al señor paseándose por la alameda con un libro en la mano, como cuando yo veía? ¿Hay vacas blancas y gordas en los prados en pendiente,detrás de los jardines? ¿Hay nubes rosadas o grises circundando al sol? ¿Se ven humaredas azules sobre los tejados de las casas y dispers+andose sobre los campos en flor como bandas de palomas empujadas por el viento? ¿Están en flor las malvas y los gordolobos? ¿Las cerezas están anudadas en los guindos? ¿Los espinos han nevado esta noche sobre los matorrales? ¿Los avellanos tienen sus erizos como el dorso de verdes orugas? ¿Cuelgan los racimos de lilas como las uvas en flor? ¿Los corderos tienen ya todos sus dientes y empiezan a dejar a sus madres y a pacer el musgo tierno? Dime si el último cabrito tiene manchas negras a los dos lados y si comienza a opelar la corteza de los tiernos sauces con sus cuernos nacientes".

Y Dionisia no dejaba de contestar a todo esto y siempre con agrado en la voz y con el tono de las palabras, añadía los más pequeños detalles acerca de las formas de los objetos, de la luz en el cielo, de los colores en la montaña y del carácter de los animales.


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