jueves, 18 de noviembre de 2010

Knut Hamsun-Noche de agosto.

A las nueve se oculta el sol. La oscuridad se esparce sobre la tierra y brillan algunas estrellas. Después se comienza a distinguir el reflejo de la luna.

Marcho al bosque con mi escoba y mi perro...Enciendo el fuego y su luz alumbra todos los troncos de los pinos. Comienza la helada. ¡La primera noche helada!, pienso y me estremezco con alegría loca por hallarme allí a semejantes horas...¡Alabad las noches solitarias en los bosques, hombres de las selvas! ¡Alabemos el murmullo de los árboles y la dulce armonía del silencio! ¡Alabemos las hojas verdes y las hojas amarillas! ¡Alabemos la tranquilidad maravillosa de la tierra! ¡Alabemos las estrellas y la luna! ...

Gracias sean dadas a la noche solitaria, a las montañas, a la oscuridad, el rumor del mar. La sangre golpea en mi corazón. ¡Gracias por mi existencia, por mi alimento, por el privilegio de vivir esta noche!

Escucho hacia el Oriente y luego hacia el Poniente. Este silencio es la sangre de la Naturaleza que bulle, es Dios que llena el mundo entero, y me llama a mí también...Veo una telaraña que brilla a la luz de mi hoguera...Veo una aurora boreal encenderse sobre el cielo del norte. La luna asciende siguiendo su camino. El fuego de mi luminaria comienza a extinguirse. Ya muy avanzada la noche torno a mi casa.

*Tomado del libro: Lectura en Voz Alta, de Juan José Arreola. Ed. Porrúa.

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