lunes, 15 de noviembre de 2010

Enrique González Martínez-A Beethoven.

Al vendaval hirsuta la melena,
hosca la faz y la actitud bravía,
soñabas con eterna sinfonía,
gigante como el mar que nada enfrena.

Todo cantaste: la quietud serena
del lago azul, la claridad que envía
la triste luna, el esplendor del día,
la leda brisa, el huracán que atruena.

El llanto universal funde en tus notas,
de fuentes sacrosantas y remotas,
la humana voz y la virtud del arte;

y es tan gloriosa tu altitud, que pienso
que fuera menester todo tu inmenso
soplo de inspiración para cantarte.

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