martes, 16 de noviembre de 2010

Azorín-Nuevo prefacio a Lecturas Españolas.

Debo escribir unas cuantas líneas para esta nueva tirada de nuestro libro Lecturas Españolas. Con las Lecturas Españolas inaugramos una serie de libros sobre la antigua literatura española; sobre la antigua, con algo de la moderna. Después de Lecturas. y como complemento de este libro, hemos publicado Clásicos y Modernos, Los Valores Literarios y Al márgen de los Clasicos, especie este último de manual de literatura española. No están demás estos datos dirigiéndonos, como ahora nos dirigimos, a un extenso público no español. Tengan en cuenta esta consideración los lectores españoles. En las Lecturas, al igual que en los otros libros, lo que domina es un deseo personal de ver lo que en realidad hay en la vieja valoración de las letras españolas. Nuestro deseo sería que cada cual, que cada crítico, que cada publicista, en vez de atenerse a un patrón  marcado y sancionado, fuese por sí mismo a comprobar si lo que en las catédras y en los libros académicos se dice que hay en tal autor, en tal obra, existe realmente, o no existe. Así se podría formar una corriente viva de apreciación, y la literatura del pasado, los clásicos, serían una cosa de actualidad y no una cosa muerta y sin alma.

Pero en España esta revisión da valores ofrece muchas dificultades; nosotros mismos, dentro de nuestra modesta esfera, hemos experimentado la inutilidad hacia toda tentativa de ver la literatura clásica como un valor dinámico, no estático.  En España se quiere, se pretende, que los juicios formulados en las cátedras y en las publicaciones oficiales sobre los grandes autores sean definitivos, absolutos, inconmovibles. Hay un tipo sancionado de Cervantes, otro de Quevedo, otro de Góngora, etc. Esos tipos han sido formados hace tiempo y sólo detalles de erudición y de investigación estimables han sido luego agregados a tales conceptos definitivos. Pero esos juicios no pueden ser modificados; un escritor, un crítico no podrá añadir ni quirtar nada de las ideas que se tienen de Cervantes, de Quevedo, de Góngora. De atreverse un crítico a juzgar por cuenta propia, se producirá el escándalo, y los santos varones de la erudición y de la investigación se llenarán de horror...

¿Qué es un autor clásico? Un autor clásico es un reflejo de nuestra sensibilidad moderna. La paradoja tiene su explicación: Un autor clásico no será nada, es decir, no será clásico, si no refleja nuestra sensibilidad. Nos vemos en los clásicos a nosotros mismos. Por eso los clásicos evolucionan: evolucionan según cambia y evoluciona la sensibilidad de las generaciones...No estimemos, queridos lectores, los valores literarios como algo inmóvil, incambiable. Queramos que nuestro pasado sea una cosa viva, palpitante, vibrante. Veamos en los grandes autores el reflejo de nuestra sensibilidad actual. Otras generaciones vendrán luego que vean otra cosa.

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