lunes, 29 de noviembre de 2010

Emil Ludwig-Beethoven (2).

Catástrofes. Fragmento.


Tan sólo en la simple naturaleza, lejos de los hombres, halla este corazón paz y tranquilidad. "Mi desdichado oído no me hace aquí ninguna falta. Todos los árboles me hablan, y su lenguaje llega perfectamente a mi alma. ¡Oh santa, admirable naturaleza! ¿Quién podría, arrobado en mitad de los bosques, expresar todos los sentimientos que embargan el corazón? Si todo lo demás anda mal, el bosque siempre es el mismo, hasta en invierno. He alquilado una vivienda a un labrador, muy barata, por cierto, considerando los tiempos".

En tal disposición de ánimo le encuentra y lo describe un pintor subiendo una cuesta con el amplio sombrero gris aplastado bajo el brazo y echándose al pie de un árbol, una vez llegado a la cima, en cuya posición se queda un rato extático contemplando el cielo. Como de costumbre, confía el maestro sus sentimientos de ventura al papel y, como de costumbre también, es al Supremo Hacedor a quien sus palabras se dirigen: "Dios mío, en el bosque soy feliz. ¡Qué serenidad, qué paz! ¡Únicamente en el bosque puede elevarse el alma a ti, sólo entre estas frondas puedo servirte!". En los apuntes para su mayor sonata (Op. 106) aparece de pronto: "Una casita...demasiado deliciosamente pequeña para ocuparla desaparejado. Tan sólo unos días en esta divina moradea. Anhelo o deseo...de liberación o satisfacción...".

Estas últimas sonatas (hasta la 111) varían todas el gran tema de su vida: la lucha con el destino. Pero sus desarrollos musicales más notables están acompañados de ensueños graves y dulces; porque siempre tienen que expresar sentimientos evocados por alguna desgracia o algún suceso melancólico, elige la forma del cuarteto o de la sinfonía. En lugar de aquella liberrima fantasía de que hacía antes gala en el piano, compone ahora estas sonatas sin orillas, en que las notas manan de la misma fuente inagotable que originó las otras, pero con una fuerza interior mucho más trágica. La sinfonía, por el contrario, es, según él, en resumidas cuentas, su propio elemento: "Cuando la música suena en mí, oigo siempre toda la orquesta". Con su creciente fuerza y blanda transparencia de los colores, a tono con el sentimiento, recuerda Beethoven en sus últimas obres la pintura de Rembrandt.

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