sábado, 27 de noviembre de 2010

José Blas Santaella-Oaxaca.

Hermosa te hizo el Dios de las naciones,
Te dio lozanas y fecundas tierras,
Y embelleció con ricas producciones
Tus grandes valles y nubosas tierras.

Al cruzar estas míseras edades,
Por un efecto de sus sabias leyes,
tù no ostentas magníficas ciudades
ni palacios de príncipes y reyes.

A tí te cupo en suerte, patria mía,
cielo de hermoso azul; nubes doradas,
territorios de eterna lozanía,
montañas pintorescas y elevadas.

Sus gigantescas y azuladas crestas
se bañan en la niebla, y a sus faldas,
frondosas y balsámicas florestas
extienden sus ramajes de esmeraldas.

Hermosass son tus fértiles praderas
y tus campiñas de álamos y tules
tus verjeles de mirtos y palmeras
tus arroyuelos diáfanos y azules.

En tí encuentra el viajero sin rivales
el raudal cristalino de la fuente,
esbeltos y floridos vegetales,
horizontes de nácar transparente.

En el fondo risueño de los valles,
crecen alrededor de las cabañas,
palmas y sauces de ligeros talles,
lánguidas flores, cimbradoras cañas.

Grato es mirar junto a las frescas rosas
bellos jacintos del color del cielo,
las camelias magníficas y hermosas
y el tulipan de rojo terciopelo.

Aquí despliega virgen su corola
el girasol, como una estrella de oro,
allá tiembla amorosa la amapola
al impulso del céfiro sonoro.

La margarita angélica y serena
brota alegre en lñas húmedas barrancas,
y en sus grietas la débil azucena
abre sus hojas púdicas y blancas.

La brisa mece en sus flotantes nidos
aves hermosas de plumajes varios;
de verde y oro colibríes vestidos
atraviesan tus bosques solitarios.

En las riberas, al sonar del viento
y al rumor majestuoso de los mares,
el zenzontle gentil con dulce acento
se detiene cantando en los palmares:

Y dslumbrando tus campestres galas,
con raro brillo y altivez salvaje,
el pavo tornasol de regias alas
despleiga su magnífico plumaje.

Mas ya miro de Mitla los desiertos:
ese lugar sin flores ni armonías
es el valle sagrado de los muertos
sus praderas son tristes y sombrías.

Allí, de un pueblo idólatra en memoria,
yacen entre las zarzas y magueyes,
como páginas rotas de su historia,
los sepulcros ilustres de sus reyes.

Grandioso es verm al pie de las colinas,
aquellos silenciosos monumentos,
la antigua majestad de aquellas ruinas
batidas por los rayos y los vientos.

Un tiempo en estos místicos lugares
donde hoy se ven en lontananza hermosa
arrabales y rústicos aduares,
el desierto y la selva silenciosa.

Hubo un reino y guerreros paladines,
bravos como los bárbaros del norte,
y palacioes y templos y jardines,
y una opulenta y poderosa corte.

Bajo este hermoso cielo florecieron
grandes héroes,artistas e inventores,
aquí pueblos con pueblos combatieron
y señores altivos con señores.
Vírgenes tuvo la mirada hermosa,
como son las beldades de oriente,
de dulces labios de color de rosa,
de árabes ojos y apacible frente.

 Y aquí, donde aun el céfiro suspira
debajo de las palmas y las flores,
cantó el bardo gentil sobre su lira
a sus dioses, su patria y sus amores.

Hoy sólo se oye en este bosque mudo
de insectos vagamundos la algazara,
o el silbido monótono y agudo
que la cigarra del ciprés dispara.

Acaso el rudo leñador destroza
el árbol sepulcral su linaje,
o el indio labra su pajiza choza
de su vieja teocalli en el paraje.

No lejos, entre las franjas de verdura,
de cenicientas lomas al declive,
humillado y cubierto de amargura
un pueblo oscuro y solitario vive.

 ¡Triste, desierta, infortunada aldea,
aun parece que se oye el estallido
de fusil homicida y que chorrea
por tu suelo la sangre del vendido!

¡Oh patria hermosa! tu fecundo suelo,
tus ricos valles y floridos huertos,
tus mansos lagos, tu esplendente cielo,
tus campiñas, tus bosques y desiertos.

En mil combates ¡ay! por culpa nuestra,
que lleno de vergüenza el labio calla,
en humareda lóbrega y siniestra,
oscureció el cañón de la batalla.

 ¡Ah! que si un tiempo de ventura llega,
y cesan en tu suelo las alarmas,
y el contínuo rumor de la refriega,
y el contínuo crugido de las armas.

 Si mas no viene a marchitar tus galas
el águila sangrienta de la guerra,
y el ángel de la paz tiende sus alas
sobre la fértil tierra mexicana.

 Serás dichosa y grande, no lo ingnores,
como Israel en tiempo mas sereno,
rico vergel de perfumadas flores
de la virgen América en el seno.


Flotarán tus banderas orgullosas,
enmedio de tu edénico tesoro
de verdes y palmas y fragrantes rosas,
de lirios blancos y de espigas de oro.

Mas si aun te devora el fuego lento
de pasiones impuras y mezquinas,
será de tu memoria el monumento
un montón de cadáveres y ruinas.

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