jueves, 18 de noviembre de 2010

Francisco de Quevedo-Desde la torre.

Retirado en la paz de estos desiertos
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Sino siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡Oh gran don Iosef!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora:
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

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