Prefacio.
El artista es el que crea cosas bellas.
Descubrir el arte, ocultando al artista, esa es la finalidad del arte.
El crítico es aquel que puede interpretar, con diversos estilos o nuevos elementos, su impresión sobre las cosas bellas.
Tanto las más elevadas, como las más bajas formas de la critica, vienen a ser una especie de autobiografía.
Los que descubren un sentido torpe a las cosas bellas, es porque llevan en sí la corrupciòn, sin ser poseedores de ningún encanto.
Todo el que encuentra bellos significados en lo que es bello, es porque es culto. Para estos hay esperanza.
Son elegidos aquellos para los cuales la belleza solo significa belleza.
No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo.
...El artista no tiene inclinaciones éticas....el artista puede expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son para el artista los instrumentos del arte. Vicio y virtud son para el artista, los materiales del arte.
Desde el punto de vista de la forma, el arquetipo de todas las artes es el arte musical. Desde el punto de vista de los sentidos, el arquetipo es el actor.
...La diversidad de opiniones acerca de la obra de arte, demuestra que la obra es original, compleja y vital.
Cuando los críticos no están de acuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo.
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No obstante, al poco tiempo, hastiado de ellos, ocuparía su palco en la ópera, sólo o con lord Henry, para oír extasiado el Tannhäuser, viendo en la obertura de esa obra maestra, como el preludio de su propia tragedia.
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Durante una temporada circuló el rumor de que iba a unirse a la religión católica romana y, ciertamente, el ritual romano tuvo siempre para él una gran atracción. El sacrificio cotidiano, más terriblemente real que todos los sacrificios del mundo antiguo, le atraía, tanto por su magnífica negación de la evidencia de los sentidos como por la primitiva sencillez de sus elementos y lo eternamente patético de la tragedia humana que trata de simbolizar. Le gustaba arrodillarse sobre el mármol frío del piso, y mirar al sacerdote, revestido con sus ornamentos floreados, descorrer con sus manos blancas el velo del tabernáculo, o elevar la enjoyada custodia con aquella hostia pálida que uno quisiera creer que es verdaderamente el panis celestis, el pan de los ángeles, o revestido con los ornamentos, partiendo la Hostia sobre el Cáliz y golpeándose el pecho por sus culpas. Los incensarios humeantes que unos niños vestidos de rojo y encajes, balanceaban lentamente en el aire, como grandes flores de oro, le seducían. Al marchar quedaba admirado ante los confesionarios sombríos, y lamentaba no poder sentarse en la penumbra de uno de ellos, para poder escuchar a los hombres y mujeres silabear, através de la celosía desgastada, la historia verdadera de sus vidas.
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No obstante, al poco tiempo, hastiado de ellos, ocuparía su palco en la ópera, sólo o con lord Henry, para oír extasiado el Tannhäuser, viendo en la obertura de esa obra maestra, como el preludio de su propia tragedia.
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Durante una temporada circuló el rumor de que iba a unirse a la religión católica romana y, ciertamente, el ritual romano tuvo siempre para él una gran atracción. El sacrificio cotidiano, más terriblemente real que todos los sacrificios del mundo antiguo, le atraía, tanto por su magnífica negación de la evidencia de los sentidos como por la primitiva sencillez de sus elementos y lo eternamente patético de la tragedia humana que trata de simbolizar. Le gustaba arrodillarse sobre el mármol frío del piso, y mirar al sacerdote, revestido con sus ornamentos floreados, descorrer con sus manos blancas el velo del tabernáculo, o elevar la enjoyada custodia con aquella hostia pálida que uno quisiera creer que es verdaderamente el panis celestis, el pan de los ángeles, o revestido con los ornamentos, partiendo la Hostia sobre el Cáliz y golpeándose el pecho por sus culpas. Los incensarios humeantes que unos niños vestidos de rojo y encajes, balanceaban lentamente en el aire, como grandes flores de oro, le seducían. Al marchar quedaba admirado ante los confesionarios sombríos, y lamentaba no poder sentarse en la penumbra de uno de ellos, para poder escuchar a los hombres y mujeres silabear, através de la celosía desgastada, la historia verdadera de sus vidas.
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