«Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menosprecie una anticuada en beneficio de otra emergente, sino que el centro de su régimen vital consiste precisamente en la aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna. No creáis una palabra cuando oigáis a los jóvenes hablar de la “nueva moral”. Niego rotundamente que exista hoy en ningún rincón del continente grupo alguno informado por un nuevo ethosque tenga visos de una moral. Cuando se habla de la “nueva” no se hace sino cometer una inmoralidad más y buscar el medio más cómodo para meter contrabando».
Estas palabras, tan verdaderas cuando se escribieron como hoy, pertenecen a La rebelión de las masas, quizá no el mejor libro de su autor, pero, sin duda, el más influyente y clarividente ensayo de la más poderosa inteligencia española del siglo XX. Su vigencia es hoy aún mayor que hace ochenta años, pues lo que en él se denuncia, la rebelión de las masas, hoy ha triunfado. Vivimos bajo el imperio de aquellas masas rebeldes. Eso es, probablemente, lo que nos pasa. Recordemos algunas de sus iluminaciones: los síntomas del tiempo nuevo; el hecho de las aglomeraciones; el crecimiento de la vida y el aumento del nivel histórico; la crítica del estatalismo y del totalitarismo; la defensa de la democracia liberal; la denuncia de la acción directa; el combate contra la barbarie del especialismo; el estado del poder mundial; la denuncia del nacionalismo como manía; la propuesta de la construcción de los Estados Unidos de Europa;… Y mucho más. Pero no hay que olvidar que su propósito fundamental es el diagnóstico de la crisis europea y del Occidente todo. Y el origen de la crisis es moral. Europa se ha quedado sin moral. "Resumo ahora la tesis de este ensayo. Sufre hoy el mundo una grave desmoralización, que entre otros síntomas se manifiesta por una desaforada rebelión de las masas, y tiene su origen en la desmoralización de Europa».
Conviene precisar que estas ideas fueron pensadas hacia 1927, antes, pues, de la crisis económica del 29. Hoy, como ayer, la crisis económica es consecuencia epidérmica de profundas patologías morales. Creo que el diagnóstico de Ortega es perfectamente aplicable a nuestra realidad actual. Lo que entonces denunciaba, hoy ha alcanzado el más perfecto y fatal cumplimiento. La rebelión de las masascondujo a su triunfo, y hoy padecemos las consecuencias de esta victoria pírrica, pues el triunfo de las masas ha conducido a su miseria espiritual y material.
La cosa no admite duda. O recuperamos la moral perdida o creamos una nueva. Creer que tenemos una vigente es un error y una inmoralidad. Pero la moral es, ante todo, el tesoro de los deberes e ideales. La moral consiste en el cumplimiento del deber que cada día trae consigo. ¿Puede haber moral si faltan metas e ideales, en suma, deberes? En Meditación de la técnica, de fecha muy próxima al ensayo que nos ocupa, afirma Ortega que «acaso la enfermedad básica de nuestro tiempo sea una crisis de los deseos, y por eso toda la fabulosa potencialidad de nuestra técnica parece como si no nos sirviera de nada». Crisis de los deseos. Sí, pero de los radicales y profundos, crisis de metas y objetivos, ausencia de proyectos, declive de la vocación; en suma, crisis moral. Pues no hay peor crisis que la ausencia de meta y sentido de la vida. El hombre-masa, que carece de proyectos e ideales, de deberes y exigencias, y, por ello, de nobleza, manda. Los bárbaros no aguardan más allá de nuestras fronteras, sino que llevan algún tiempo entre nosotros, incluso gobernándonos. La crisis que padecemos es consecuencia de las insuficiencias radicales de la cultura europea moderna. El mal es europeo; en España sólo exhibe una mayor intensidad. Y la salvación sólo puede proceder de la reconstrucción moral de Europa. Para ello dos condiciones son necesarias: la existencia de un poder espiritual y la docilidad de las masas, aunque sólo fuera para evitar su ruina material, ya que la espiritual, al parecer, les inquieta poco. La vida humana es quehacer, y no hay verdadero quehacer sin ideal. Lo que necesitamos son objetivos e ideales, es decir, deberes.
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