...¡Ah, usted ignora el bienestar prístino de encontrarse rodeado por la Naturaleza, de comer no rígidamente sentado en una silla, sino tendido en tierra, sin mesa, sin miedo a volcar el vaso y que se ría alguien de uno...ignora el placer de pasear sin rumbo, entre aromas y olor de resina; de acostarse a mirar el cielo. De cerrar los ojos y decir en alta voz, sin miedo a pasar por chiflado, ¡Cuánto el corazón dicta a la boca! ... Y a todo este placer de la soledad, unir el de no estar solo en absoluto; el de sentir el alma del bosque manifestándose en una flor, en un susurro, en una brisa...¿Me comprende siquiera?...
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