sábado, 18 de diciembre de 2010

Tchaikovsky-carta a la Sra. von Meck acerca de su cuarta sinfonía.

La introducción contiene el germen de toda la sinfonía, indudablemente su idea central. Esta es el Destino...Uno debe someterse a él y dejar de refugiarse en anhelos inútiles.

El sentimiento inconsolable, desesperanzado, se hace más fuerte y más devorador. ¿Acaso no sería más fácil dar la espalda a la realidad y sumergirse en los sueños?

¡Oh, alegría! Ha aparecido una visión dulce y tierna. Un ser feliz, luminoso, pasa volando y nos hace señas para que lo sigamos a alguna parte.

¡Qué maravilla! Qué distantes parecen ya los sonidos del importuno primer tema del Allegro. Poco a poco los sueños han envuelto completamente el alma. Todo lo que era sombrío y triste ha quedado olvidado. La felicidad está aquí.¡Está aquí!

¡Pero no!, solamente eran sueños y el Destino nos despierta con crudeza. Y así toda la vida es un incesante pasar entre la adusta realidad y las olas, de aquí para alla´, hasta que el mar nos devora.

El segundo movimiento de la sinfonía expresa otra fase el anhelo. Se trata del sentimiento de melancolía que nos invade hacia el atardecer, cuando estamos sentados solos, cansados de trabajar...Es agradable recordar la propia juventud y lamentar el pasado, pero no hay ningún deseo de recomenzar. La vida nos ha agotado. Es placentero descansar y echar una mirada hacia atrás. Muchas cosas pasan fugazmente por la memoria. Hubo momentos felices, cuando la sangre joven latía cálida y la vida era gratificante. Hubo también momentos de dolor, de pérdida irreparable. Todo está en el pasado remoto. Es a la vez y triste y un algo dulce perderse en el propio pasado.

El tercer movimiento no expresa sensaciones definidas. Es un arabesco caprichoso, apariciones fugaces que pasan por la imaginación cuando uno ha empezado a tomar un poco de vino y está comenzando a experimentar la primera fase de la embriaguez. El alma no está alegre ni triste. Uno no piensa en nada; la imaginación está en total libertad está en total libertad y por algún motivo ha comenzado a pintar cuadros curiosos. Entre ellos uno recuerda súbitamente algunos mzhiks de parranda y una canción callejera. Luego las imágenes inconexas que pasan por la cabeza de uno cuando empeiza a quedarse dormido. No tienen nada en común con la realidad, son extrañas, exóticas, incoherentes.

El cuarto movimiento. Si uno no logra descubrir razones para la felicidad en uno mismo, hay que mirar a los demás. Salir y mezclarse con la gente. ¡Mira, qué bien lo están pasando, entregándose a la alegría! Un cuadro de festejo popular en un día de fiesta! A duras penas uno ha tenido oportunidad de olvidarse de sí mismo cuando el infatigable Destino reaparece y nos hace recordarlo. Pero los demás no le prestan atención a uno. Ni siquiera se vuelven, no lo miran, no notan que uno está solo y triste. ¡Oh, qué alegres están! ¡Qué afortunados son de que sus emociones sean directas y sin complicaciones! Reármate y no digas que todo el mundo es triste. Existen alegrías fuertes, simples. Toma la felicidad de las alegrías de otros. La vida es soportable después de todo.

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