martes, 14 de diciembre de 2010

Pedro Castera-Carmen (6).

Por segunda vez en mi vida mi pensamiento se mezclaba con el divino pensamiento de Dios.

La noche estaba espléndida. Las últimas flores del año abrían sus pétalos como incensarios de la naturaleza, y enviaban a Dios sus aromas. La sabia en circulación crujía. La brisa, moviendo los tallos y las hojas, les daba una voz y un acento. Los nidos y sus pudorosos misterios eran suavemente balanceados por las ramas. Ni las mariposas negras, ni los murciélagos revoloteaban entre los árboles. Sobre la hierba, que cubría el piso del jardín, las luciérnagas y los cocuyos, parecían reproducir los astros de los cielos,que brillaban con melancólica luz. La atmósfera estaba cargada de electricidad, húmeda y calurosa, pero a la vez límpida y completamente diáfana. El canto de los grillos, los lejanos y voluptuosos rumores de la selva y los misteriosos diálogos de la noche, llegaban a mi cerebro de un modo dulce y embriagador, y tanto la vista como el oìdo, comunicaban a mí espíritu la confianza. Toda la naturaleza era calma, dulzura, poesía, vitalidad y amor. Adivinábanse las caricias de los insectos y los besos de las aves, y se veían confundir las ramas de los árboles con los rayos silenciosos de las estrellas lejanas, y todo se movìa y se agitaba palpitante, bajo el soplo de una fuerza poderosa, irresistible, omnipotente, que precipìtaba las moléculas vs las moléculas para formar átomos, y los soles vs los soles, para producir nebulosas, y bajo aquel misterio supremo presentíase a Dios, y se le admiraba y se le adoraba con infinita fe...

Claridad en la tierra, claridad en los cielos, perfumes en la naturaleza, pensamientos en los seres, cantos de las cosas y armonía de los mundos y de las fuerzas y de las leyes en el Universo...he aquí el gran himno que penetró en mi espíritu.

La contemplación produjo el éxtasis, y el éxtasis trajo el desprendimiento del alma...y 2 noches de no dormir, y la fuerza nerviosa agodatad por la multiplicidad de las sensaciones, y la fatiga del viaje y el cansancio moral y mis debilidades físicas, y sobre todo, mi falta de fuerza de voluntad, produjeron el sueño y sin quererlo, me dormí.

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