martes, 7 de diciembre de 2010

Knut Hamsun-Fragmentos de "PAN" (2).

III

Ante mi cabaña, a pocos pasos del sendero, erguíase una piedra gris, que llegó a adquirir para mí una fisonomía amical. Dijérase un camarada que al verme venir me saludase completamente. Cada mañana, al salir, pasaba junto a ella, y a veces sentía la emoción de separarme de un amigo fiel, que esperaría paciente, afectuoso e inmóvil mi regreso.

La caza me ocupaba casi todo el día, y me embriagaba con ella en la soledad rumorosa del bosque. A veces tenía suerte, otras no lograba matar ni un solo pájaro; pero todos los días era feliz.  Más allá de las islas el mar explanábase en inmeso y pesaroso reposo; y desde las cimas, yo lo contemplaba con arrobamiento. En las épocas de calma chicha, las barcas no avanzaban nada, y durante tres o cuatro días aparecía ante mi vista el mismo paisaje inmóvil: las mismas velas, blancas como gaviotas, posadas sobre el agua e iguales distancias; mas enb cuanto corría la brisa, las montañas distantes se ennegrecían de súbito, y densas nubes que parecían desprenderse de ellas cubrian el cielo. A veces sobrevenía la tempestad, dándome un espéctaculo grandioso.  La tierra y el cielo parecían juntarse con iracundia; el mar se agitaba convulso, dibujando fugitivas siluetas de hombres, de caballos, de monstruos gigantescos. Al abrigo de una roca, con las cuerdas del espíritu tensas por el terrible drama de las cosas, sin alma y por la electricidad del aire, permanecía saturado de pensamientos confusos, diciéndome: "Sólo Dios sabe lo que en este instante pasa ante mis ojos  incapacitados para ver el fondo verdadero de las cosas".

...Y, después, una mañana milagrosa, volvió a aparecer el sol, nuevo y esplendente, tras los montes. Una onda inefable de alegría me penetró al verlo trasponer los picachos; cogí mi escopeta, y me lancé al bosque poseído por una alegría tan profunda, que no cabía ni en gestos ni en palabras.

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