martes, 29 de marzo de 2011

Enrique Krauze-La rectoría de Gómez Morin: la Universidad frente al Estado (Presentación y Testimonios).

Casi a partir de su reapertura por Justo Sierra en 1910, y a pesar de haber nacido dependiente de la caridad estatal, la Universidad se convirtió en un poder pequeño pero combativo, con un cierto margen de autonomía política ante los gobiernos posrevolucionarios,que, sin excepción, buscaron cortejarla, asimilarla, o,incluso, suprimirla. Carranza dio puestos menores a universitarios, pero se ganó la enemistad de los estudiantes al desvincular a la Preparatoria de la Universidad. Obregón contó con el apoyo estudiantil sólo por un par de años,porque, a partir de 1923, su ministro Vasconcelos tuvo pro-blemas con la Universidad, y, en especial, con el rector Antonio Caso. Durante el periodo de Calles la institución se mantuvo calmada, pero apenas iniciado el maximato, entró a la arena pública mediante la huelga que derribó al rector Castro Leal, y, sobre todo, con el apoyo masivo que los universitarios brindaron a Vasconcelos en su campaña electoral. El “problema universitario” hizo mucho ruido entre 1912 y 1924, en especial entre los que eran profesionales del ruido: los diputados. Sorprende, por ejemplo, el número y el tono de los debates dedicados en las Cámaras a discutir la razón de ser y la autonomía de la Universidad. No puede decirse, sin embargo, que esta haya ocupado un sitio relevante en la vida política, ni que los intelectuales agazapados en ella se hubiesen enfrentado al gobierno, sino hasta el año de 1929. A pesar del fracaso del vasconcelismo, la Universidad impuso su peso político, tanto así que desde aquel año, ya no sólo el Estado, sino también otras corporaciones (político sindicales y paraconfesionales principalmente) comenzaron a buscar el modo de utilizarla para sus propios proyectos. Si la Universidad había probado ser una buena plataforma para Vasconcelos, podía serlo también para cualquier otro grupo.La rectoria de Gómez Morin encuentra una Universidad agitada todavia por los rescoldos de la campana vasconcelista. Pero a las dificultades históricas propias de la relación Universidad-Estado se le agregaban entonces las particulares de la coyuntura que se vivía. Investigaciones recientes de Lorenzo Meyer han demostrado que el maximato fue todo menos un páramo político bajo la mano dura de Pedro calles. Lo cierto parece ser lo contrario: en pocos períodos fue tan intensa la movilidad de gobernadores y funcionarios como en ese; los poderes locales estaban muy lejos de haber sucumbido al proceso de centralización; el movimiento obrero, que había vivido una etapa de pulverización a partir del “desmoronamiento de Morones” (1928),se integraba nuevamente con grandes movilizaciones, huelgas y nuevas organizaciones y líderes que se disputaban el poder y el favor oficial. Algunas organizaciones católicas urbanas, aguadas por la persecución religiosa latente, pre-tendían también fortalecerse. A esta inestabilidad política había que agregar la económica y social, provocada, la primera, por la depresión de 1929, y la segunda por la repatriación en masa de braceros y el enorme desempleo de esos años. En suma, el maximato en octubre de 1933 era un río revuelto en vísperas de la sucesión presidencial, y la Universidad, un territorio politico acariciado por muchos grupos.Complicaba las cosas para la Universidad el clima de verdadera guerra ideológica que caracterizó a los años treinta,no solo en México sino en casi todo el mundo occidental. Bertrand Russell escribía entonces que había que escoger entre Escila y Caribdis, entre fascismo y comunismo, no porque la alternativa fuese real sino porque todos creíanque lo era. El ventarrón ideológico mundial llegó a México y casi no hubo universidad de provincia -para no hablar de la capitalina- donde no levantara discusiones, pugnas, for-mara grupos, asociaciones, federaciones cuyo objetivo aparente era imponer (y evitar imponer) a la educación la etiqueta de moda. Mientras Lombardo Toledano se defìnia públicamente como marxista, Antonio Caso llegaba al extremo de alabar a Hitler. Sólo algunas aves raras como Cosío Villegas superaban el maniqueísmo, si bien, obviamente, sus simpatías estaban con un socialismo gradual, fabiano. La única escapatoria para los intelectuales o estudiantes que por formación o temperamento se alejaban del dogma marxista o del credo fascista era el dificil limbo liberal o el surrealismo anarquista. No es una casualidad que prácticamente el único intelectual qúe se negó a aceptar en el Con-greso de Paris (1936) la supuesta alternativa haya sido André Breton, y que en México la generación de Octavio Paz mantuviera una actitud similar a la de su futuro maestro. En un clima ideológico tan polarizado y susceptible, la Universidad tenía pocas esperanzas de defender con éxito sus principios, la libre cátedra por ejemplo, sin ser tildada inmediatamente de reaccionaria. El famoso “grito de Guadalajara” en el que Calles proclamó la necesidad de que la Revolución se apoderara de las conciencias infantiles,atizó aún más la lucha que desembocó por fìn en la reforma del artículo tercero constitucional y la adopción de la enseñanza socialista. El gobierno de Rodriguez-Calles se autocolocaba a la izquierda y relegaba a la Universidad, necesariamente, a la derecha. Completaban el panorama algunas animadversiones personales contra la institución. Varios funcionarios públicos,en especial el ministro de Educación Narciso Bassols (quien había tenido que renunciar a la dirección de la Escuela de derecho en 1929) parecían tener la convicción de que la Universidad era inútil. En definitiva, el momento de mayor gravedad llegó en octubre de 1933 al promulgarse la ley,gestada por Bassols, que hacia efectiva la autonomía formalmente decretada en 1929. En realidad el Estado convertía a la autonomía en una verdadera condena: mediante una sola exhibición de 10 millones de pesos, cortaba (liquidaba) toda clase de futura ayuda a la institución. La Universidad vivía entonces con cerca de 4 millones de pesos anuales, de modo que los intereses de ese patrimonio (625 mil pesos anuales), no servían para cubrir siquiera una quinta parte del presupuesto, sin contar con que al utilizar todos los intereses, el capital decrecería con la inflación. En fin, se trataba de suprimir a la institución “elitista e inútil”por la via rápida de la inanición. El desafio encontró unidos a los universitarios, gracias,en primer lugar, a que eran increiblemente pocos: apenas llegaban a unos cuantos cientos de estudiantes y maestros. Por otra parte, los integraba el hecho de haber logrado expulsar al rector Medellin y al director de la Preparatoria y cerebro de la conversión universitaria al socialismo:Lombardo Toledano. Después de varias reuniones que se efectuaron simultáneamente con la promulgación de la ley,se llego a la decisión de postular a Gómez Morin para la rectoria.En 1933, a los 36 anos de edad, Gómez Morin era ya un hombre desencantado de la Revolución. Aunque había colaborado en la reconstrucción económica del régimen de Calles, sus discrepancias con la politica económica (agraria principalmente) lo habían separado del gobierno al extremo de trabajar en 1928 -infructuosamente- en la fundación de un partido de oposición. Un año más tarde habia sido un cauteloso, aunque convencido, vasconcelista. Este antecedente de discrepancia con el gobierno, aunado a una cierta vena apostólica que Gómez Morin traía desde sus años juveniles, y a la devoción que toda su generación sintió por la obra de Justo Sierra continuada por el Ateneo, debieron impulsarlo a aceptar el reto. El mismo había luchado en 1918 por la autonomía universitaria; pero en 1933 el riesgo y la responsabilidad eran mucho más serios. A estas consideraciones emocionales hay que agregar una de orden práctico: las buenas relaciones de Gómez Morín con el mundo de la iniciativa privada de entonces hacían previsible que pudiera lograr los indispensables apoyos financieros que requería la Universidad para sobrevivir. Según Miguel Palacios Macedo, “el mejor Gómez Morín ”fue el Gómez Morin rector. Reorganizó las finanzas de la institución con todos los métodos imaginables, desde el recorte de gastos superfluos, la restricción de sueldos(empezando por el suyo propio), hasta el de recurrir a la caridad de empresas públicas y privadas, bancos, exalumnos, etc. . . El público en general podía ayudar a la institución comprando los llamados ‘bonos universitarios” y algunas empresas colaboraban con donativos en especie como útiles, papel, libros. Mediante esta estrategia múltiple se recabaron 400 mil pesos que aliviaron enormemente el déficit hasta mediados de 1934. Gómez Morín no hizo sólo una labor de bombero. Logró avances sustanciales en la organización del personal académico y en los planes de estudio e investigación. Bajo el lema de “Austeridad y trabajo” logró la cohesión de una mayoria de universitarios y el respeto de la opinión pública, al grado de que, a mediados de 1934, el Estado mismo reconoció el esfuerzo desplegado por ellos y realizó una segunda exhibición de dinero para atenuar el déficit. La Universidad pudo además, permanecer ajena al dogma con-sagrado en el nuevo articulo tercero. En suma, sobrevivió tanto fìnanciera como culturalmente, gracias, en buena medida, a su liderazgo y cohesión.Sin embargo las clases tuvieron que suspenderse conti-nuamente en 1934 con la consabida intervención de las fuerzas públicas. Aunque no puede hablarse entonces de re-presión, si era clara la labor de los provocadores venidos de las facciones políticas en pugna (CROM, GGOM, PC, el propio Estado o sus funcionarios, grupos católicos etc. . .).La bomba estalló a fines de octubre de 1934 con la renuncia de Gómez Morín, quien previamente había convocado a un plebiscito en el que los universitarios proclamaron masivamente su fe en los fines propios de la institución. La mermada salud del rector fue tal vez el factor determinante en su renuncia, lamentada por muchos intelectuales que veian en la Universidad -como habían visto en el vasconcelismo- un islote de independencia y crítica frente al Estado. La rectoria de Gómez Morín importa antes que nada para su biografía. Pocos períodos en su vida fueron tan intensos y apasionados como ése; se diria que trató de demostrar todo lo que el país hubiese ganado de haber sido gobernado por sus sabios. Alguna relevancia tiene el período también en la historia de la Universidad: aunque la Universidad ha “cambiado de escala”, los problemas que enfrentó Gómez Morín no son esencialmente distintos a los actuales. Pero la verdadera significación de aquel episodio anda por otro lado: aquella institución pequeña y dispersa en los edificios del centro, debe ser vista como una empresa cultural que buscaba un margen de independencia, de autonomía. Su lucha y sus limites son los de toda empresa de esa especie en México. Las pocas empresas culturales relativamente independientes de hoy tienen mucho que aprenderle a aquella Universidad. En primer lugar la convicción de que en épocas de crisis y de acoso, político e ideológico, sobrevivir es triunfar. En segundo lugar, la lección múltiple de tener los pies en la tierra: asegurar con decisión e imaginación las fuentes de financiamiento y diversificarlas todo lo posible; exigir el apoyo estatal sin detrimento de la autonomía; evitar la inflación del trabajo intelectual y poner en práctica el famoso do it yourself norteamericano. En una palabra,reconocer que se trata de una empresa sui generis y manejarla con sentido común y capacidad práctica. Otra lección aun más importante es la exigencia de calidad intelectual. Gómez Morin no confundía su labor de banquero con la de rector; estaba ahí para sostener a la Universidad, pero esto era un medio para conseguir el fin: elevar el nivel cultural, docente y de investigación. Sin embargo, en defitiva, la gran enseñanza es politica y moral: haber logrado el espíritu de cuerpo entre los universitarios y haberles dado crédito ante la opinión pública. La fuerza interior les dio la capacidad para regatear al Estado lo más importante: la supervivencia. Los dos documentos inéditos que publicamos ahora gracias a la gentileza de la familia Gómez Morín marcan el inicio y el final del periodo. La primera es una carta que Gómez Morín escribió acabado de desempacar en la Universidad. En ella expone las circunstancias en las que fue llamado, sus planes de reorganización académica, económica y moral de la institución y su particular idea de “la mision de la Universidad”. Fue escrito en un momento de fe. El segundo de octubre de 1934 es fragmento de un exhorto a los universitarios a cerrar filas, una revisión de los problemas que afectaban a la vida de la institución, una críticaa quienes pretendían utilizar a la Universidad o intentaban suprimirla, y, en fìn, una nueva declaración de fe en los principios intrínsecamente culturales de la Universidad. Fue escrito en un momento de angustia. Ambos tienen esa rara cualidad camaleónica de algunos documentos históricos.son, a un tiempo, ilustrativos de su época y vigentes en su futuro.

LOS PLANES DEL RECTOR: Señor doctor don Ricardo E. Manuell, Av. Hidalgo No. 100, Presente. Muy respetable señor: Recibí hoy en la mañana y he leído con la más grande atención, la interesante comunicación de usted fechada el 30 de noviembre anterior. De acuerdo con usted en casi todos los puntos de su comunicación, al contestarla comienzo por darle las gracias más cumplidas por todas las muy interesantes sugestiones que se sirve hacer, y por decirle cuan satisfactorio es para mí que todavía hay personas con la elevación de sentimientos y de ideas que la nota de usted revela. Evidentemente la situación en que la Universidad fué colocada al promulgarse la Ley de 21 de octubre anterior, es una situación difícil desde el punto de vista económico, puesto que el Estado pretende aparentemente reducir el esfuerzo que venía haciendo para sostener pecuniariamente a la Universidad, y en vez de dos y medio millones de pesos al año, le entrega una sola cantidad de diez millones de pesos que escasamente producirán $625,000.00. Pero con ser tan grave la situación económica en que la Ley de 21 deoctubre coloca a la Universidad, no es el problema económico el mayor de los que afectan a la Institución. Por encima de las dificultades pecuniarias inmediatas, la Universidad tiene problemas espirituales y humanos extraordinariamente graves: una enseñanza verbalista y sin disciplina; un profesorado que, con las naturales, preciosas y por fortuna no muy escasas excepciones, ha faltado muchas veces al cumplimiento de su deber; un conjunto de alumnos habituados no sólo a no pagar las colegiaturas, sino en muchos casos,a confiar más en la eficacia de un esfuerzo superficial de última hora que en un trabajo auténtico y constante; una organización, en suma, hecha de trozos, de miembros dispersos, de profesores aislados, de facultades y escuelas que son baronías feudales, de sistemas administrativos complicados y costosísimos, de malos métodos de selección de profesorado, de sistemas pobres de trabajo y de pruebas; de equipos pobrísimos en aulas, bibliotecas y laboratorios. La Universidad ha sido declarada autónoma (lo que, a pesar del diccionario, no es igual que si la Universidad fuera soberana); con los bienes de la autonomía han quedado aparejados sus inconvenientes y su responsabilidad. Si es grave que el Estado pretenda que en el curso de dos meses la Universidad pueda resolver su situación económica, más grave aún es que el Estado haya condenado inicialmente a la Institución a resolver por sí misma, justamente después de un periodo de revuelta, los más hondos problemas técnicos y humanos que la afectan. Es casi pedir un milagro (y además de ser raros los milagros, no los merecemos), el pedirque la Universidad sea capaz de organizar en plazo brevísimo su vida técnica, su estructura administrativa y su planta económica. Lo debido hubiera sido continuar por todo un año, por lo menos, con el subsidio del Estado; dar a la Universidad un fondo de cuarenta millones de pesos para iniciar la formación de su capital independiente : equiparla para que la autonomía fuera no una prueba superior tal vez a los mejores deseos y a las más firmes voluntades, sino una prueba arreglada a lo que humanamente es posible esperar de instituciones de su naturaleza.Pero mejor no se logra siempre y la realidad es que el día 23 de octubre pasado, la Universidad quedó legal y económicamente en la forma en que usted sabe. En estas condiciones, sin otros antecedentes universitarios que una constante devoción a la cultura y el haber profesado modestamente durante los últimos catorce años una cátedra de derecho público en la Facultad respectiva, cuando estaba yo totalmente desligado de la vida administrativa y política dela Universidad, fuí llamado por la Junta Provisional de Gobierno de la Institución para hacerme cargo de la Rectoría. Se imaginará usted, estoy seguro, la angustia con que debí pensar no sólo sobre mi incapacidad general para ocupar este puesto, sino con absoluta independencia de mi persona, sobre la extraordinaria gravedad de la situación en que la Universidad se encontraba colocada. Resolví, sin embargo, aceptar el cargo por tres razones capitales: la primera, porque era urgente integrar el gobierno de la Universidad y a los miembros de la Junta Provisional habían logrado por unanimidad ponerse de acuerdo en mi designación, cuando estaban en desacuerdo en todas las demás posibles y mejores designaciones; la segunda, porque aparentemente el problema más urgente de la Universidad, es el problema económico y, por circunstancias especiales, creo posible procurar la resolución de ese problema en su aspecto in-mediato al menos; la tercera y más importante, porque estuve y estoy seguro de que en toda la Universidad, en sus profesores, en sus alumnos, en sus elementos administrativos, hay un espíritu de responsabilidad y un propósito de esfuerzo orientado y preciso, y es en la existencia de ese espíritu y no en otra cosa, en la que debe fundarse la esperanza vital de la Institución. Me encuentro, respecto a la situación de la Universidad, en la misma posición que todos los demás profesores: ni hice la Ley de 21 de octubre, ni pude, intervenir para que esa Ley tuviera una orientación distinta de la que tiene. Recibí una situación creada y a ella he debido atenerme. Creo que el Estado no ha cumplido aún con sus deberes para la Universidad que son deberes para la comunidad entera,y estimo que no podrá decirse nunca, en un momento dado,que el Estado haya agotado el contenido de esos deberes que son perennes, Pienso que el ingreso que la Universidad podrá tener de su capital propio, es pobrísimo en relación con las necesidades mínimas universitarias; pero al mismo tiempo creo que ésta es una ocasión única para que la Universidad muestre su capacidad de vida. Creo que cualquier sacrificio debe intentarse si puede tener como fin el hacer de la Universidad lo que ha debido ser siempre: una alta institución disciplinada. limpia, capaz de una clara labor, de tal modo que en vez de ser el espejo que refleje con mezquindad aumentada las cosas que pasan fuera, sea, siguiendo la bella y vieja figura, una antorcha que ilumine un poco los caminos de la República. Es decir, creo que la Universidad debe enfrentarse con una situación como ésta; hacer un examen de conciencia; eliminar cuanto malo, débil o enfermizo haya en ella; hacer un recuento de sus capacidades y empeñarse en vivir tan modestamente como sea necesario; pero con todo el decoro que cumple a la misión que debe desempeñar en esta pobre comunidad mexicana.Con este criterio, sin ningún optimismo ciego procurando darme cuenta serenamente de todas las circunstanciasque han hecho de la Universidad lo que es y de las que pueden hacer de ella lo que todos deseamos, contando con la ayuda constante y eficacísima de todas las personas que en la Universidad se interesan y pidiendo que se interesen las personas que de la Universidad han estado alejadas por diversas razones, he estado trabajando, pidiendo, estudiando,proyectando y dejando poco a poco sentadas las bases de una nueva organización. Desde el punto de vista técnico, la estructura de la Universidad será modificada. Primero, mediante la creación de los Institutos, todos los profesores en cada una de las grandes ramas del conocimiento, quedarán dentro de un organismo capaz de establecer métodos, disciplinas, programas y oportunidades de investigación, ya que cada Instituto además de formar los programas parciales de cada asignatura, además de mantener en contacto a todos los profesores de las mismas disciplinas, además de establecerentre ellos, respetando, naturalmente, la personalidad de cada uno, la uniformidad de sistema de trabajo, procurará,dentro de la limitación de medios humanos y materiales que la Universidad tiene, realizar la labor de investigación más seria que sea posible. El profesor, que en el régimen actual no tiene otro contacto con la Universidad que recibir su nombramiento, asistir de vez en cuando, si es nombrado al efecto, a las Academias, y llevar las listas de clases, tendrá en lo futuro, mediante el Instituto, la oportunidad de prestar un servicio más vivo, más activo, más eficaz, y de recibir de la Universidad también, una oportunidad mayor para su trabajo, quizá para su vida misma, puesto que esta concentración técnica en los Institutos permitirá reducir el número de profesores y aumentar, por tanto, el salario individual de cada uno de ellos, no para hacerlos ricos; pero sí para darles una oportunidad decorosa de vida. No se reducirán los servicios de la Universidad, los servicios que sean realmente universitarios; pero si usted se toma la molestia de examinar un catálogo de las asignaturas que en la Universidad se profesan, encontrará usted un número fantástico; dentro de ese número hallará más de cien que, o no son en forma alguna asuntos universitarios, o son meros nombres porque no ha habido alumnos para tales asignaturas, ni en muchos casos ha habido profesores especialistas competentes. En otras ocasiones, una misma materia se repite en dos o tres asignaturas diversas que por economía y por técnica deben fundirse dentro de una misma disciplina. Así será posible que de un catálogo que comprende alrededor de setecientos nombres diversos, se haga una reducción sistemática y seria sin que la Universidad pierda nada en extensión ni en hondura de conocimientos impartidos, antes gane mucho en eso mismo, y en orden, técnica, disciplina y economía. Organizados los Institutos, de ellos tomarán las Facultades y Escuelas los elementos docentes que necesiten para integrar su profesorado, pues los Institutos no serán organismos de contacto directo con los alumnos, sino, como antes queda dicho, meros organismos ideales de profesores y, en cuanto sea posible, como lo ha sido ya en el de Biología y en algunos otros establecimientos, que además de la preparación docente, tengan un fruto de investigación y de estudio propio. En las mismas Facultades, además de los profesores miembros de los Institutos, trabajarán los profesores de Facultad o de Escuela para atender los cursos monográficos y los técnológicos. De esa manera será posible utilizar los muy importantes servicios de profesionistas distinguidos que, sin poder hacer de su vocación de maestros la ocupación principal de su actividad, tengan sin embargo esa vocación y sean capaces de enseñar con eficacia. También en las Facultades y Escuelas, como no podrá escapar a usted, será fácil hacer una concentración que implicará grandes economías técnicas y económicas, bien porque en algunos casos,(como en Derecho, Economía y Administración) sea, más lógico reunir en una sola Facultad conocimientos técnicos tan afines, bien porque, (porque en Educación Física, en Música y en la Normal Superior), o no sea propiamente universitario todo el conjunto de asignaturas que en esas escuelas se profesan, o puedan con ventaja, las materias de disciplina universitaria, profesarse en Facultades ya establecidas y tradicionales. Finalmente, la Universidad sin una Facultad de Ciencias, está notoriamente manca, y es preciso cuanto antes crea ese establecimiento que acabará de redondear y de dar cuerpo a la Universidad. Organizadas las Facultades y Escuelas sistemáticamente; establecidos los Institutos como médula de la Universidad que debe ser ante todo un cuerpo docente; coordinados los esfuerzos de los profesores para evitar su dispersión; concebida la Universidad como un todo orgánico y vital; roto el sistema feudal de Escuelas y Facultades dispersas, será posible esperar tener una más ágil y despierta conciencia universitaria y un trabajo más coordinado y mejor, tanto en la docencia directa, como en su preparación. Será posible además, crear en toda la vida universitaria un espíritu común que anime cada uno de los trozos de esa vida y que haga de la Universidad una verdadera Institución con un claro fin señalado a la actividad de todos los que en ella trabajan y estrechamente relacionado con las necesidades y aspiraciones de la co-munidad en la que la Universidad vive. Desde el punto de vista económico, era evidente que el presupuesto de la Universidad necesitaba y consentía numerosas y muy importantes economías. Desde el punto de vista administrativo, a pesar de los compromisos que la Universidad tiene con empleados que han gastado toda una vida al servicio de la Institución, ha sido posible ya, y será fácil en lo futuro, reducir en más de un 50 por ciento los gastos. Desde el punto de vista docente, queda dicho ya en qué forma pueden hacerse, sin mermar los servicios,antes mejorándolos, economias importantes.Los alumnos, además, deben pagar el costo de su enseñanza. Es esta la regla general en principio. El Estado debe y puede crear, y la Universidad lo ha solicitado y lo seguirá pidiendo, becas de colegiatura para los alumnos distinguidos que no puedan cubrir sus pensiones. La Universidad, además, está gestionando de numerosas fuentes, la creación de otras becas para estudiantes pobres que hayan demostrado su vocación y su capacidad de trabajo. Como usted dice, la Universidad debe cobrar el servicio que presta, ya que ese servicio tiene un costo y alguien debe pagar ese costo; pero como nuestro ambiente es muy pobre, precisa que otros organismos públicos o privados ayuden a los estudiantes.

que lo sean de verdad y que estén capacitados para pagar el costo de su enseñanza. El problema no es problema de la Universidad, ni para la Universidad. Es esencialmente un problema de la comunidad entera que debe y necesita aprovechar las mejores vocaciones. la Universidad se interesaen él y ayudará en todo lo que sea posible a resolverlo. De sus propios recursos, La Universidad tendrá el año entrante $625,000.00; de cuotas de colegiaturas, pueden esperarse, por ser el primer año de aplicación del nuevo sistema, $500,000.00. El presupuesto mínimo de la Universidad ya reducido al 50 por ciento del actual, no podrá ser inferior a $1.700,000.00. El déficit presupuestado entrelos ingresos previsibles y los egresos indispensables, es, pues, cuantioso; tendrá que ser cubierto con fondos que la Universidad obtenga del Estado y de otras fuentes. La Universidad espera, por tanto, los donativos que sele envien. Y por que no habría de pedirlos? El simple hecho de decir cuál es su situación económica, constituye una petición y las solicitudes concretas que se han enviado pidiendo cooperación para la Universidad, no son otra cosa que una sucinta exposición de esa situación económica que ya es conocida en toda la República, por la publicidad que le ha dado la prensa. Qué pecado hay en que la Universidad acuda concretamente, por ejemplo, a todos los universitarios de la República y solicite de ellos una cooperación espiritual y económica? Por qué la Universidad no ha de dirigirse a todas las personas o empresas que tienen una posición distinguida en la economía del país, para obtener de ellas una cooperación indispensable? Dice usted que ésto es “pedir limosna y que ello es cosa que jamás debiera hacer ni haber hecho”. Me parece que la palabra es lo único deprimente, porque en cuanto al hecho, todas las universidades de todo el mundo, ahora y siempre, han pedido y han recibido la ayuda de quiénes pueden prestarla; la ayuda incondicionada si no es por el destino a que esa ayuda puede dedicarse; el de promover y satisfacer necesidades de cultura.No sé si la Universidad logrará obtener todo el dinero que necesita: los $700,000.00 que de momento le hacenfalta, y los varios millones de pesos que también le hacen falta para reparar, reponer, crear o establecer los equipos, establecimientos, laboratorios, aulas y bibliotecas, necesarios para que la Universidad cumpla dignamente su función social; hasta el momento, en las dos primeras semanas en que se han estado recibiendo donativos, la Universidad tiene en caja por ese concepto más de $75,000.00. Todavía hay muchas fuentes de las que se espera una contribución seria. No es ilógico por ello, suponer que en todo el curso del año se logre reunir los $700,000.00 indispensables. Para el futuro, después de este primer año de trabajo independiente,serio, eficaz, no creo que exista, con los caracteres de urgencia que hoy tiene, el problema de. cubrir el presupuesto ordinario. La opinión pública será tal que el Estado reconocerá su deber y su conveniencia de atender los fines que la Universidad ofrezca. De numerosas instituciones culturales, habrá la posibilidad de recibir fondos importantes. Los alumnos mismos, con una visión más llena de espíritu universitario, estarán más dispuestos a aportar el pago de suscuotas.El día 23 de octubre fué preciso que los universitariosdecidieran entre los dos términos de una alternativa: aceptar la Universidad en las condiciones en que quedara colocada por virtud de la Ley y aceptar con ello todas las respon-sabilidades inherentes a la posibilidad de hacer, con grandees fuerzo y con todo género de sacrificios una Universidad como la desean, o decir al Estado que la Universidad, enlos términos legales, era imposible y, en consecuencia, devolver la Institución al Estado y ponerla nuevamente, deun modo abierto, bajo su dependencia. Había una tercera posibilidad: la de que los universitarios, por la violencia,lograran una modificación de la Ley y un aumento de su patrimonio. Los universitarios optaron por el primer término. Personalmente creo que esta decisión es la acertada para la Universidad y para la República. Ojalá que todos los que en la Universidad tenemos interés, antiguos universitarios, profesores, alumnos, elementos de administración, seamos capaces de entender la grave responsabilidad que sobre nosotros pesa y de perseguir con voluntad firme y con clara visión, el propósito de hacer, limpiamente, con claros perfiles, la Universidad que muchas veces hemos soñado. Disimule usted una carta tan larga. Espero que cualesquiera que sean las discrepancias de detalle, nos reúna el mismo anhelo universitario. Con esta ocasión me ofrezco de usted, atentamente,su respetuoso amigo y seguro servidor,Manuel Gómez Morín.

LLAMADO A LOS UNIVERSITARIOS Desgraciadamente, razones o necesidades ajenas a la vida interior de la Institución, con motivo de la reforma del artículo 3º constitucional, vinieron nuevamente a plantear como asunto vital e inmediato, oscurecedor por su urgencia, de las más hondas inquietudes universitarias, el asunto de la autonomía de la Universidad y de sus relaciones con el Poder Público. Durante varias semanas, todos los esfuerzos de preparación futura y aún el desarrollo de los trabajos ordinarios dela Institución, han quedado relegados a segundo término, y al amparo de la agitación creada por este asunto vital de la autonomía, han renacido en la Institución, inevitablemente,hábitos de pugna, maniobras de disensión y organizaciones de lucha que han puesto otra vez en grave riesgo no sólo la conservación inmediata del ambiente propicio al trabajo,sino la posibilidad misma de que pueda plantearse en términos racionales y con levantado espíritu la inaplazable cuestión de la reforma universitaria. La reforma del artículo 3º constitucional respeta laautonomía universitaria. Subsistirá, por tanto, esa autonomía en los términos de la Ley de octubre de 1933, conser-vándose el estatuto jurídico que es fundamental ahora portantas razones, principalmente históricas, para que la Universidad pueda ocuparse de su propia ordenación y mantener la libertad de investigación y de critica que son esenciales para su trabajo.Pero en vez de dar a la autonomía el valor de un sistema de organización establecido por el Estado mismo, conconvicción positiva, para garantizar el mejor cumplimiento del servicio público de cultura superior, o en vez, siquiera, de considerarla como una experiencia no concluída aún, para poner a prueba como se dijo hace un año, la capacidad de los universitarios, se le da el aspecto de un simple expediente para sacudirse un problema molesto manteniendo una situación jurídica no sólo llena de limitaciones económicas y de desconfianza, sino de aparente desdén y manifiesta hostilidad. Además la hostilidad y la petulante negación de parte de algunos sectores políticos han abierto de nuevo la ocasión para que actúen dentro y fuera de la Universidad, pero siempre en su contra, todas las fuerzas de destrucción quedesde hace tiempo conspiran, abierta o subrepticiamente, para impedirle vivir, y esto ocurre precisamente cuando estaba por iniciarsela parte más ardua de la experiencia de la autonomía; cuando es preciso pedir de todos los universitarios el esfuerzo máximo de comprensión y de sacrificio a fin de realizar una reforma que implica trabajo extraordinario, abandono de hábitos muy viejos, renovación de métodos educativos, modificación en la organización del personal, expresión real devocación, de desinterés, de adhesión generosa a la causa universitaria. Esto ocurre cuando ha transcurrido ya todo un año de prueba y de dedicación que se ve así defraudados in justificación alguna. Ya en numerosas ocasiones la Universidad ha declarado,como lo hizo el Consejo anterior en su informe de 31 de mayo, que la penosa situación económica en que ha vivido durante este período de prueba, además de injusta, es “deprimente y contraria a la mejor calidad de la elevada función social que es la formación y difusión de la cultura”. Sin embargo aún la necesidad de los medios materiales que ha pedido la Institución, es de segundo orden, si cuenta como hasta ahora, con la generosidad de sus miembros y a sabiendas siempre de que su mejor espíritu de trabajo no podrá dar frutos maduros al País por la carencia de los medios materiales que le son elementalmente necesarios. Pero en ningún caso es posible que pueda vivir la Universidad, creada por la Nación para beneficio de la Nación entera y que ha demostrado ya su aptitud para servir a todos los sectores de la República, cuando el Estado mismo le niegue la ciudadanía entre las Instituciones Nacionales, cuandose ponga un empeño manifiesto en desacreditar su vida y sus funciones ante aquellos que debieran mirarla conamor, cuando se impulse expresa o tácitamente a la acción destructora con un disfraz cualquiera, técnico o social, el apetito desordenado o la pasión menos generosa. El trabajo de la Universidad adolece de grandes defectos; no ha sido posible aún que la Institución misma adquiera su unidad interior y que se pierdan las huellas de las viejas escuelas profesionales que inicialmente la integraron; el cuerpo docente no está formado aún totalmente con profesores de tipo propiamente universitario, dedicados íntegramente a su misión, la coordinación entre las actividades de los Institutos, Facultades y Escuelas, desde el punto de vista cultural, no se ha logrado todavía; la misma disciplina externa, ha sufrido profundamente y no puede aún rehacersede modo completo; los laboratorios y las bibliotecas, con limitadísimos recursos, carecen de vida y en su mayor parteno ofrecen las posibilidades de trabajo que debieran presentar; los métodos de enseñanza conservan los defectos y el sistema anticuado de las viejas escuelas. Pero todos estos defectos no han nacido en el año de 1933, ni han sido descubiertos en este año. Son en gran parte consecuencia del corto tiempo transcurrido desde la fundación de la Universidad, de las innumerables e inevitables vicisitudes que enestos pocos años,la Universidad ha experimentado siguiendola suerte general del país. Algunos de los defectos apuntados son obra precisamente de la falta de una buena y comprensiva definición del papel social de la Universidad y del apoyo, más que económico, social y moral, del Poder Público. Invocar ahora, por tanto, las deficiencias del trabajo universitario como un argumento para desmedrar la vida dela Universidad, para desvalorizar la obra que le incumbe, no es sino evidente labor de demagogia que por desgracia podráencontrar todavía dentro de la misma Universidad, que se halla en plena crisis formativa, eco y sostén. Es decir, que aun cuando no se toca legalmente la autonomía, se aplicanlas poderosas fuerzas disolventes de la política, para hacer imposible la realización fructífera de esa autonomía, y lo que es peor, para hacer que el efecto de esas fuerzas de disolución aparezca falsamente como un resultado de la desintegración misma intima de la Universidad, y no como verdaderamente lo es, como una acción deliberada hecha desde fuera para destruirla haciendo imposible el esfuerzo racional, generoso y extraordinariamente difícil, que tendría que realizar la propia Universidad para superar las deficiencias y la incomprensión que en su mismo seno existen. La manifestación de esta injusta suspicacia, de esta lamentable actitud hostil para la Universidad, es ahora, tal vez, un mero resultado ocasional de causas transitorias que han de desaparecer pronto, al quedar definitivamente establecido el nuevo gobierno de la República, puesto que la Universidad no responde a una necesidad pasajera, ni es uncentro precario de trabajo, y su misión coincide con los más elevados y permanentes anhelos de mejoramiento colectivo. Pero aunque la Universidad es perenne y cualquiera que sea la negación pasajera de su labor en momentos de particular desorientación pública, volved a afirmarse siempre como una necesidad esencial para la comunidad, por las circunstancias especiales ya descritas en que se encuentra colocada la Institución precisamente en estos momentos,las fuerzas desatadas en su contra ponen en grave e inminente riesgo el dificilísimo trabajo de la necesaria reforma, si no la vida misma de la Institución por varios años. Es por ello indispensable que todos los que como alumnos, profesores, empleados funcionarios de la Universidad tienen la responsabilidad del Instituto, reiteren otra vez anteel Poder Público y ante la opinión entera, las afirmaciones fundamentales por las que han ingresado a la Institución y han aceptado la responsabilidad de su trabajo en ella: La Universidad y su obra no son un lujo sino una necesidad vital para la comunidad. La Universidad tiene un destino social inconfundible y propio, que es el de la formación y difusión de la cultura por la investigación y el ordenamiento de los hechos de la naturaleza, de la sociedaddel espíritu, por la depuración crítica del conocimiento y por la afirmación de valores superiores de conducta y no está ni puede estar ligada a intereses políticos. La Universidad de México tiene ante sí el gravísimo problema técnico y humano de enmendarlos errores y las deficiencias del pasado y de organizarse a si misma adecuadamente para cumplir con elevación y con responsabilidad su misión de cultura.Ante este grave problema el Estado y la Universidad misma han pensado que la autonomía administrativa y técnica, corolario indispensable, dados los antecedentes históricos, de la libertad de investigación y de crítica que en la Universidad han de existir siempre, es una condición necesaria para el trabajo del Instituto. La autonomía de la Universidad no es, pues. un desgarramiento entre la Institución y la comunidad de que forma parte; no significa ni puede significar jamás la negación de la Universidad por parte del Estado, ni el desinteresamiento del Estado mismo y de la opinión pública por el destino del Instituto. Las condiciones que han hecho defectuoso el trabajo universitario y que tan frecuentemente han provocado sobresaltos y desviaciones en el trabajo,no han nacido dentro del cuadro de la autonomía, sino que vienen de atrás; no son ignorados para los universitarios, ni pueden ser invocados encontra de la Universidad porque ella misma está precisamente empeñada en hacer que esas condiciones desaparezcan. El simple cuadro jurídico de la autonomía, no es bastante para permitir que la Universidad cumpla su programa de reforma y de trabajo; pero menos aún puede bastar, cuando en los precisos momentos en que la Universidad debiera contar con el más comprensivo apoyo nosólo de quienes la integran sino de todas las fuerzas y elementos de la comunidad, se autoriza. sino se impulsa abiertamente con un desdén aparente y con una hostilidad injusta, la obra de desconfianza, de prisa indebida y de demagogia que han amenazado siempre los mejores programas universitarios. de imposible realización en un ambiente que no sea el de delìberación racional y responsable de vocación verdadera y de generosa devoción por el Instituto. Octubre de 1934.

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